Es interesante. Además de los dulces que Marcelo Ebrard se ha encargado de repartir a la población de esta Ciudad (las playas citadinas, la pista de hielo en el Zócalo y los paesos en bicicleta), el político está bien conciente de los riesgos verdaderos a los que se tendrá que enfrentar como gobernante. Uno es el tsunami de mierda. El otro es el apocalíptico temblor que se espera que nos menee cualquier día dentro de los próximos seis años. Y como contra los movimientos de la placa de cocos no se puede hacer mucho, lo que hay hasta ahorita es un
macrosimulacro de sismo el 19 de septiembre. Lo que no está claro es qué es lo que sería más conveniente para esta sobrepoblada mancha urbana, que el megatemblor nos agarre preparados, o que llegue el desastre y lo que tenga que venir. Aunque la verdad es que esta Ciudad ya no está para tragedias.