12/10/05

Doble play

(Foto: Revista-Rojo)

El fin de semana se registró el partido de béisbol más largo en la historia de las Grandes Ligas. Fueron poco menos de seis horas seguidas de garrotazos y pedradas. Pocos aficionados abandonaron su lugar antes de finalizar el juego de pelota.

Si el partido hubiera sido por ejemplo en México, seguramente se hubieran registrado niveles exorbitantes de consumo de cerveza, pepitas, jok-doks y demás garnachas. Pero sobretodo de cerveza. Buscando datos relacionados con esta estimación, me encontré que el funcionamiento de la venta de la bebida de los frailes germanos en los eventos deportivos oficiales en los EUA elimina esta posibilidad: después del séptimo inning no se puede vender alcohol, ni sus derivados. Es la fatídica séptima entrada.

La dinámica y logística de la venta de cheve (llévela helada, llévela helada) en un estadio gringo es complicadísima. El vendedor –cartero o millerlero- llega una hora antes al estadio para que le asignen su punto de venta (es un dilema escoger entre el dug-out, en donde no se vende mucho pero dan buenas propinas, y los jardines, donde el cliente no da propela pero cómo consume). Antes, el chelero debe haber sido entrenado para identificar al comprador borracho y está facultado para negarle la chiiieve a quien considere pasado de copas. Todo vendedor de chela cuenta además con una licencia de barman. En base a su desempeño anual , calculado con el coeficiente ventas-disciplina, el cheve-mandarín puede ser convocado al juego de estrellas que cada año atrae a los mejores peloteros de la MLB, pero no como espectador, sino como vendedor.

2 comentarios:

rené dijo...

jajajaja
supongo que por aquí debe haber un mecanismo similar... máxime que los "tomados" se delatan solos al portar 8 vasos -producto de su ingesta- acumulados

Roberto A. Juarez-Garza dijo...

En los estadios de las Ligas Mayores tampoco se permite la venta de cerveza en botella de vidrio, por lo que las grandes cerveceras han optado por ofrecer presentaciones de similar estética pero envasadas al polietileno. La alternativa más rudimentaria sigue siendo la cerveza de barril en vaso, pero esto requiere que uno se levante de su butaca.