18/08/08

1998

Hace exactamente 10 años, el clima social en la ciudad de México era muy similar al que se vive en estos momentos. La inseguridad y los secuestros azotaban la capital. Empresarios, algunos políticos, organizaciones civiles y los medios de comunicación mandaban señales de preocupación y generaban algunas propuestas legislativas y de política pública al calor del miedo que generaba, en específico, la banda de Daniel Arizmendi, El Mochaorejas. El interés y el terror con el que ahora se reconoce la existencia de la banda de secuestradores de La Flor --que deja crisantemos en sus víctimas--, era muy similar al que en esa época rodeaba a la agrupación a la que se le adjudicaban 30 plagios y que se caracterizaba por cortar orejas y realizar hasta tres secuestros en un mismo día, aquí, en la capital del pais.

Era 2 de junio de 1998. Dicen que sonó el teléfono de la redacción de la sección Nacional, en el periódico Reforma, levantó el teléfono una asistente y escuchó una voz: "Habla Daniel Arizmendi". Ahí comenzó una de las entrevistas más interesantes en la historia del periodismo mexicano, realizada por Roberto Zamarripa, que nada tiene que ver con los estériles ensayos de "pregunta-respuesta" que después realizaron algunos comunicadores televisivos.

Aquí, extractos:


¿Cuántos secuestros hizo usted?
"Pienso que unos 20, pienso yo".

¿Qué personajes?
"Mmm. Uno de los vinos, uno de una gasolinería por 350 mil pesos, una de La Española, que son carnes, también fui yo el de ese señor. Con su familia se hizo el negocio. Otra de las cosas que dicen es que yo no les daba de comer. Les decía que lo que quisieran de comer, pero es como cuando te tiene la policía que tú eres el preso, pues no te da hambre; verdad no querían de comer nada. Que los trataba mal, que los golpeaba, tampoco. Nunca los golpee, es mentira".

Pero ¿les cortó las orejas?
"Eso sí".

¿Por qué?
"Porque sus familiares, a pesar de tener tanto dinero, no me lo querían dar. Fue como les dije: Dios los va a castigar a ustedes por aravos, a... ¿cómo se dice? Por cuidar su dinero, por no quererlo dar por un familiar y a mí por ¿cómo se llama cuando quieres mucho al dinero? Avaricioso, ¿no?"

Avaro...
"Ellos por avaros y yo por ambicioso. Les dije: A los dos nos va a castigar Dios. Es más, al último, quién sabe Dios a quién juzgue: Si alguien que no quiere dar el dinero, o que lo convenció la policía para que no lo diera".

¿Dios juzgará a alguien que cortó orejas?
"Pienso que me voy al infierno, ¿no?".

http://www.reforma.com/nacional/

2 comentarios:

Marco Bodegas y Christian Ehrlich dijo...

Fue un honor trabajar y aprender de Zamarripa.

Pd. Nunca se explicó bien cómo se capturó a Arizmendi. Lo cierto es que fue una célula especial del CISEN formada para ello. Cuando el tipo agarró el teléfono, un sofisticado sistema ubicó su posición. Un grupo especial se hizo cargo de la captura.

En aquel tiempo, como actualmente, sólo faltó la decisión desde el más alto nivel. ¿Y ahora?

Olga Fabila dijo...

Este lunes por segunda vez durante un mes me robaron la cartera. Esta vez fue en el super lo que se fue es el ipod, algo de dinero, mis identificaciones y 'otra vez' los vales de despensa.

Hace mucho un amigo me contagio su manera de pensar sobre los robos y sigo con la misma filosofía, mientras vivamos en un país desigual e injusto se tiene que entender al asalto como una actividad hasta cierta forma necesaria. ¿sabes?, no me molesto que me quitaran las cosas a fue un poco frustrante, lo admito pero lo que fue terrible y desolador fue la actitud del guardia que estaba en la entrada de la tienda, fui a pedirle su ayuda y entre la indiferencia y la ironía con la que actuaba comencé a perder la paciencia.
Pareciera que le daba gusto que me hubieran quitado mis cosas, en algún momento fue evidente su sonrisa y gusto por mi desesperación.

Yo no tengo nada contra los asaltantes o delincuentes, creo que mientras se entienda como algo que a mi talvez no me sobra pero estoy en posición de reponer y que a ellos les falta y no haya agresiones, todo bien. ‘Una especie de malhechores profesionales’. A eso me sonó un poco la entrevista de Arizmendi, solo que ese si estaba en el colmo del cinismo.

Lo que no capto es por qué nos da gusto la desgracia del otro, juro que todavía veo en mi mente la risita burlona del menso de seguridad, como si mi desgracia lo fuera a beneficiar a él, le fuera a quitar el trabajo feo que tiene o le hiciera algún tipo de justicia social mi pérdida, enojo y tristeza. Vivir en esta ciudad, con este ambiente a veces puede dejarte una sensación enorme de desolación no tanto por la injusticia social, sino por como la enfrentamos como sociedad y como individuos. Indiferentes, grises, sin un ápice de caridad, olvidandonos por completo del goce que implica el bien común.
No se, la neta, la neta, todo el rollo previo es mi manera de decir que me da tristeza vivir así en esta ciudad y en estos días se agudizó horrible el sentimiento.