01/11/05

La muerte del bolero

(Foto: Ramón Masats/1960)
No sé por qué. Nunca voy a saberlo. Pero no es bueno dejarse atosigar por todos los muertos-de-hambre del mundo, si no, qué serían de las agradables boleadas de zapato en donde por un amigo, un chiste, el pronóstico del tiempo y elegancia a la mano, sólo cobran un dólar.
Todo esto, estos dos renglones que no son más que un copito de letras, lo masticaba todos los lunes en lo que iba de la oficina al asiento de Montoya, el bolero del centro que atendía todo el día a políticos, empresarios, desempleados en busca y prostitutas con cruda. En el camino, sin mentir, me pedían dinero sin falla ni pena unas cinco personas. Y bueno...ayer se murió Montoya,mi bolero... y esos cabrones siguen deambulando como si nada, es más, en una de esas hasta les amenece mejor. Yo paso de largo la silla de Montoya, ahora vacía, apenas giro la cabeza para verla, e inmediatamente vuelvo a pensar que no sé por qué, ni nunca voy a saberlo, pero no es bueno dejarse atosigar por todos los muertos...

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