El nuevo reglamento de tránsito metropolitano obliga a los autos 2008 en adelante, a tener un dispositivo geolocalizador, GPS. En caso de no tenerlo, no hay placas. La idea es reducir en 50 por ciento el robo de automóviles en menos de tres años.
Mucha gente, entre políticos, empresarios y ciudadanos han visto la nueva regla con muy buenos ojos. El hecho de que la Policía del DF tenga un registro del nombre del conductor, domicilio, placas del vehículo y un tracking diario de la ruta que sigue el automóvil, hace sentir seguros a muchos que, en caso de robo, tendrían altas posibilidades de recuperar su unidad.
Otro de los argumentos a favor es que el costo de los seguros tendría que bajar necesariamente.
Personalmente, el fondo del asunto se me hace ridículo. Primero porque la medida es, a todas luces, violatoria de la privacidad de los habitantes: la Policía podrá saber la ruta diaria, incluídos horarios, de cada uno de todos los que se sometan a la nueva disposición. Casa, trabajo, bar, mercado, motel, cine, bar, trabajo, bar, motel, bar, todo. Además, la Policía está transfiriendo un costo -el GPS no es barato- al ciudadano para tratar de disminuir los robos que, en un principio, no tendrían que suceder. Y bueno, no quiero ni pensar lo que pasaría si algún corrupto de la Policía le diera acceso a esa base de datos a los robacoches -hace mucho que no usaba esa palabra-.