Semana Inglesa

Los acordes de Depeche endulzados por una fría lluvia en la última canción no fueron mas que el principio de un extraño sueño que acabó recién hoy en la madrugada, a las cinco y veinticinco para ser preciso.
Ayer, a media noche, todavía seguía el estado mental de vivirlo todo como García Madero. Estaba en el 5-0, en el mero cruce de eje 10 e Insurgentes, en la colonia La otra banda. El bar éste cumplía 22 años creo que hoy o mañana, así que nos invitaron a pasar las mantas que anunciaban el aniversario. Las paredes del bar eran todas anaranjadas, como la Fanta; la rockola tocaba a los Temerarios, Los Ángeles de Charly y después le metimos monedas para que nos arrojara algo de los Cadetes de Linares y luego de Willy Colón, Idilio, para ser exactos.
Aunque no hacía falta más cachondés en el lugar, las mesas estaban adornadas con rosas rojas y ramas de cilantro metidas en una botella de Victoria recubierta por aluminio, como florero...todo muy incitador.
Las meseras, tacón alto, falda negra, barrigonas, eran tremendamente amables. Estaban en el limbo de la ficherés. Al lado del orinadero, una pared pintada con manchas de vaca, enmarcaba una poco atinada reproducción de la Venus de Boticcelli.
Después de probar la bebida de la casa, adornada con un limón entero y una cereza verde, comenzó lo bueno, empezamos a recitar el poema que nos habíamos aprendido dos noches atrás. Más tarde, se paró la música. Me paré a echarle otra moneda a la rockola.
Ahí fue el clímax: comenzó la Kumbala de Caifanes y nos paramos a bailar mientras Francesca, la mesera que nos atendía, apagaba las luces blancas, prendía las moradas y nos traía dos cheves más y unos Marlboro rojos.