"Don't overcook it. You overcook it, it's no good. It defeats its own purpose." Jake LaMotta
El sabor del espresso machiatto se me llegó a mezclar con lo salado del ambiente. Ya instalado en el hotel, tirado en una cama abierta en la playa, un rosario de ideas con cuentas idénticas me pasó por la cabeza: este cabrón es un asesino. De tanto en tanto, abría la boca para que la brisa me refrescara el aliento. El sabor del café del aeropuerto aún seguía empalmado en mi seca lengua y el viento marino lo acentuaba.Mientras se encajaba en mi paladar el sabor del océano, mi mente rectificó: este es un hijo de puta.
Después, el rastro del viaje mañanero se lo llevaron las primeras dos cervezas que me helaron la boca. Decidí usar una parte de la segunda para dorarme la panza. El sol se había vuelto inofensivo, ya no me miraba desde tan alto como cuando aterricé, así que decidí rosear parte de la tercera cerveza en mi pecho y piernas, mientras un borracho imaginario me llamó desperdiciado. Se me escapó una risa, pero la idea recurrente que se me había instalado en la mente con tal empecinamiento como la arena a mis piernas húmedas, no me dejó prolongar por mucho tiempo aquel momento de felicidad provocada. Asesino, asesino nato, frío homicida. A la mitad de la tercer Corona, todavía fría gracias a la cubeta roja atascada de hielo de barra con la que habían acomodado a las sextillizas, el ruido de algunos pelícanos y gaviotas me provocó un suspiro. Conforme el sol se acostaba, irónicamente el hielo en la cubeta se licuaba. Para entonces, la brisa del mar ya era música y mi pelo largo y grifo bailaba a ritmo. Ese silencio complejo, lleno de ruidos, me causaba un placer profundo, me daba un poder divino sobre mis escalas auditivas: yo controlaba la intensidad de todos los sonidos, del quiebre de las olas, de la agonizante espuma, de las broncas aves, del choque de los cascos, del sonido hueco de cuando se destapa una cerveza. Todo era yo, hasta que sentí una mano sobre mi hombro y de reojo alcancé a ver unas uñas largas, pintadas de rojo.
8 comentarios:
¿Rocíos de Corona? ¿No te salieron ronchas? Un abrazo.
Cuidadito con la consonante: Macchiato.
Lo más interesante es que aqui en la Bota el espresso nunca es macchiato, digan lo que digan StarBucks y similares.
Sólo para celebrar la reaparición de la ficción leyviana en este blogg.
Y recomendarte que tengas cuidado con la cerveza en la piel, la mancha y los vellitos de los brazos se ponen de lanchero acapulqueño, muy dorados...
Besos.
Me gustó el personaje. Y me intriga de quién son esas uñas pintadas de rojo. ¿Continuará?
Un abrazo Joseph.
Leyva:
Desentraña el secreto de las uñas rojas,porfavor, a mí me recordaron a Cecilia Tinajero...
¿o dudas que este prototipo de heroína las haya usado de esa forma?
Eso de las uñas suena raro, nos dejas en suspenso. Podría tratarse de una bella europea, o de un travesti acapulqueño o, de plano, de Irma Serrano.
Eso de la playa da envidia de la buena...saludos.
Yo te perdono tu chelicidio nada más porque no era Indio.
Cuidado: nuestra amistad podría correr peligro!
Aclaro: Ficción apolítica.
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