(Foto: Lee Jin-Man/AFP/Getty Images)Se debe inferir la simpatía que tengo por los monjes budistas por algunas fotos que he
posteado aquí. Una vez conocí a uno, aunque supongo que era
pirata. Pero bueno.
En una titánica búsqueda que he emprendido por los más recónditos recovecos de la
red (ret) no he podido encontrar material gráfico sobre un fenómeno que actualmente sucede en
Tailandia, uno de los países que más monjes budistas alberga. El gobierno tai ha comenzado una campaña de distribución de
chalecos antibalas para todos los budistas que habitan en templos malayos, y no he podido conseguir ninguna foto de alguno que sobre su típica vestimenta naranjamarella lleve alguno de estos accesorios.
El fenómeno es digno de reflexión: una de las religiones más
pacifistas del mundo se ve arrinconada por una desgraciada insurgencia
étnico-religiosa, el gobierno federal en su intento por proteger el arribo de divisas internacionales vía turismo distribuye
Keblar para salvaguardar a su más preciado patrimonio histórico-cultural, finalmente el budista se pone la “camiseta” aceptando una de las más aberrantes políticas públicas emprendidas por el
P.M Thaksin Shinawatra.
Me aprovecho de la entrega de
Eliza Griswold para la siempre interesante
The Nation:
- "Wichai was cut with a machete on the neck," Pong Sang said wearily. "It was the first time a monk had been killed. Somebody just wanted to make conflict between Muslims and Buddhists."
- Pong Sang gathered his robes and walked to the temple parking lot, where a mother and daughter were selling cold coconuts from a cooler.
- "I never imagined anyone would want to kill monks," the younger woman said, reaching deep into the cooler for a cold coconut.
- "The insurgency is growing worse as a reaction to Thai missteps. It might not even exist if it weren't for government blunders," Sidney Jones, the South East Asia director of International Crisis Group said.